sábado, 23 de marzo de 2013

deporte del corazón

 Por el afán de expresar un sentimiento, me remito, tal mi costumbre, al apoyo gráfico para reforzar la idea que me inspira. No soy el dueño de la verdad ni desmenuzo con sabiduría este segmento humano donde la pasión juega un rol determinante. 
A poco de andar los distintos entretenimientos, porque eso trasunta realmente jugar una especialidad que hacemos favorita en la práctica o en la contemplación, podríamos darnos cuenta qué significa cada cosa en lo personal  y más allá de eso. 
Los pibes aferrados a sus paletas en el frontón de Juventud son una hermosa postal que pinta mi pensamiento a partir de esta edad maravillosa. Esos niños hoy transitan el espacio cercano a la adolescencia, y mi pregunta al aire es si ellos siguen con aquél  entusiasmo de los pelotaris, disciplina tradicional del club de Colón y Zeballos que aún juegan Chicota Gómez, Daniel Imhoff, Pilatti, y pocos más, veteranos cultores sin dejar de recordar al doctor Bianconi, a Stegmayer, alemán Berenz, zorrino Donning y otros que dejo en el camino por mi mala memoria. 
Laurita Lavatelli fue "notera" y periodista deportiva de una emisora valesana. A mi juicio una de las mejores si es que hay otras actualmente. Ella seguía a su Libertad de toda la vida con una especial dedicación, ya que debemos convenir que no era sencillo tiempo atrás, y digo remontando apenas un puñado de temporadas, entrar a la cancha para una muchacha bonita. Incluso hacía notas en el vestuario luego de los 90', donde seguramente se armaba un revuelo de toallas para ocultar las intimidades varoniles ante la dama. Todo un arrojo supongo, y de allí recuerdo el título que impuse a una nota sobre su persona, "Laura y los lobos", ayudado por Cairo Melano entonces. Laurita dejó buenos recuerdos en el fútbol liguista y hoy es mamá en su vida que transcurre en Paraná. La encontré por última vez en una final en el estadio "de la Moreno", como dice mi amigo Federido Walker, donde bella como siempre, llevaba su bebe en brazos.     
                                                                                              Por José López Romero

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