jueves, 13 de noviembre de 2014

El goleador herido

Aquél domingo nuestro equipo comenzaba a desandar el difícil camino de los Torneos del Interior, como se lo denominaba entonces, hoy Argentino, en sus distintos niveles. 
El "flaco" Hümeller era uno de los refuerzos que teníamos, con Magnín y Piñeyro, para los siempre duros rivales que tiene el fútbol en cualquier parte del país. 
Por aquí comenzaba una anécdota que tuvo cierto dramatismo en su momento pero que solo el "valesano" sufrió en su propia persona. 
La cancha de 9 de Julio de Rafaela lucía impecable, de tribunas grandes y césped alto verde y profundo, contrastando con los campos apenas cubiertos de gramilla en aquél tiempo de la Liga Esperancina.
Teníamos un equipazo y me adjunto la licencia de un comentario típicamente tablonero porque no puedo negar mi condición apasionada por los colores heredados de la infancia. Una delantera con nombres locales rimbombantes y buenas líneas en el resto de los frentes de juego. Yo era utilero y Mario Sosa, un ex arquero inolvidable de nuestra casaca, el masajista. Entrábamos al campo de juego como parte de la formación, y lo éramos en realidad, algo que me gustaba y me producía un orgullo fanático. 
Por entonces, con mi vozarrón impostado merced a las prácticas vocales por ser cantante de un coro, el DT me utilizaba para repetir sus cambios estratégicos sobre la marcha, más el "valor agregado" de mi autoría que me valió la expulsión más de una vez mientras hice este trabajo de varios años.
Y vuelvo al centro de este cuento que no es tal, sino un suceso verídico, ni más ni menos que la fractura de una pierna del "nueve color esperanza" prestado por LIbertad de San Jerónimo Norte. Recién comenzaba el partido y en un avance que tenía todos los condimentos a la vista para terminar en gol, llegaría el instante del ruido que se escuchó literalmente en el estadio al que no había acudido mucho público. Pasada la mitad de la cancha por uno de sus laterales y en un encontronazo, el cinco rafaelino le "trozó" la gamba a nuestro bombardero dejándolo tirado y sin moverse, tal cual sucede cuando un jugador está lesionado y no tratando de engañar al referí. Eso está claro. 
Con premura devino lo que debía ser y en una ambulancia sacamos a Hümeller del estadio para llevarlo a un sanatorio de nuestra ciudad. Me encargaron acompañar en el móvil al "flaco" y una vez internado y habiendo pasado el "Negro" Agüero, traumatólogo, quedando en solucionar el asunto de la quebradura al otro día, conversamos y allí me dijo algo con lo que ambos reímos a carcajadas, fue más o menos con estas palabras. "Sabés "loco", cuando chocamos con el "cinco" y se sintió el ruido, yo creí que lo había quebrado".
Todo un relato, por eso cuando lo vi en la tribuna de club de toda su vida, el de calle Moreno, estiré un saludo y le saqué una foto, lejos su figura longilínea del esplendor futbolero, pero con la misma mirada y afecto de gringo bueno con el que escribimos este pedacito de historia.
                                                                                      Texto y gráfica de José López Romero    

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