jueves, 9 de octubre de 2014

el pibe dirá

Todos habremos sido incentivados alguna vez, cuando niños, a "intimar" con el juguete más lindo de la historia del hombre, una pelota. Habría que "escarbar" mucho para encontrar personas grandes hoy, y digo edad adulta, que no hayan sentido la "picazón" de un campito y me remonto a otras épocas para que "cuaje" la ecuación, jaj. 
Centro el interés de estos pensamientos en la figura de mi único nieto, que en la sola compañía de su padre, su tío o su abuela, corretea pateando su bolo número cinco en la terraza de donde lo ha tirado hacia abajo de un "boleo" por su condición de globo caprichoso. 
Este petiso ya lleva impregnados los colores de su barrio santafesino, a instancias de su padrino y obviamente su progenitor y ayer, e aquí el punto de la cuestión, concurrió por primera vez a una escuelita de fútbol donde se sintió a gusto, me contaron, en medio de un buen ramillete de "botijas" con las mismas motivaciones, es probable. 
Al hablar con su abuela por teléfono al regreso del jardín dijo con su lengua nueva que me quiere allí en la siguiente sesión, sabe que iré por el tema de las fotos, y cómo no habría de  estar ahí para congelar unas imágenes que lo emparenten un poquito con el "fulbo". 
El ya conoce qué es una cancha de Primera porque un domingo entramos juntos al "field" para el clásico más importante de nuestra ciudad de Esperanza. Lo hizo naturalmente, a paso lento y "bichando", como Pancho por su casa, sin inmutarse por las bombas de estruendo la gritería y el humo de cada parcialidad que se levantaba desde dos sectores del estadio, hasta que se acomodó con los colores "familiares" para un par de fotos que para mí son históricas y en ese momento recordé a mi viejo que tuvo allí alguna historia.  
Quien lea esto no crea que pienso en el "bajito" como un futuro jugador, no señor, solo digo que no lo asusta un enorme campo verde ni las tribunas bullangueras.Tal vez será un aficionado más y bienvenido sea pero, quién me quita y agrego el Nos, la pequeña o grande ilusión de verlo un día entrar con su equipo a meterle fuego a un partido de 90 minutos por tres puntos importantes. 
Ahora solo se divertirá sin saber muy bien "el para qué" de la situación, pero, vaya a saber uno que habrá en su cabecita cuando tenga que decidir lo que hará de su vida, y para eso falta un "toco".  
                                                                       Gráfica y texto de José López Romero

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